Viernes, 15 de marzo de 2019

El sábado pasado me llevé un susto. Bill y Unai no estaban en casa. Eneko y Aroa estaban jugando en el salón de forma tranquila y arriba en mi habitación estaba yo dando los últimos toques a una clase que tenía que dar el domingo por la mañana. Llevaban ya un rato jugando y yo había bajado a supervisar de cuando en cuando.

De repente escucho un llanto profundo y pensé que alguien se había caído o hecho daño. Bajo corriendo las escaleras y me encuentro a Eneko llorando y agarrándose el pecho. Como puede me dice que Aroa le había mordido. Me enseña el pecho y veo toda la marca de los dientes de Aroa.

Los músculos se me tensaron y el corazón me empezó a latir con mucha fuerza y aunque en el momento no me da tiempo a razonarlo porque se ha puesto al mando de la acción mi cerebro reptiliano y su sentido de la supervivencia, la situación no es tan grave como he decidido de forma instintiva, que sea.

Rápidamente miro la zona afectada de Eneko y busco Lavanda para calmar la herida lo que, de manera indirecta, ya está calmando mis sentidos. Aún sigo afectada por lo que ha pasado y, aunque aún no lo sepa, lo que más me pesa es la culpa. Le pregunto a Eneko qué ha pasado y me dice que quería pintar con los colores de Aroa y ella le ha mordido.

Bajo a ver a Aroa y me la encuentro hundida en el sofa. Intento abrazarla para poder ver su cara, que la tiene escondida, aunque abrazarla en este momento he de reconocer que no es lo que más me apetece. Sigo enfadada y mis lóbulos prefrontales aún no han tenido tiempo de tomar el control y valorar la situación. Cuando consigo hacer contacto visual con Aroa, ésta se hecha a llorar de forma desconsolada. «Mamá, Eneko no me pidió permiso. No me pidió permiso!!!!». Cuando le pregunto por qué le mordió en lugar de hablar con él, me mira sorprendida y me dice:» No lo sé.»

Es en ese momento donde todo se coloca en su sitio en mi cerebro. Me doy cuenta:

1.- De que estoy enfadada conmigo misma por no haber sido capaz de prevenir el acontecimiento y desatender a mis hijos.

2.-De que llevo demasiado tiempo sin tener un momento de «calidad» con ella.

3.- De que Aroa se ha quedado sin palabras para llamar mi atención.

4.- De que llevamos un tiempo no siendo demasiado firmes con los límites y alternativas.

5.- De que Aroa me está pidiendo mi ayuda.

Aroa sigue llorando y me dice que el otro día se cayó en el trampolín y que se hizo daño, que luego Unai se tropezó encima de ella y un sinfín de sucesos que, al parecer, yo me he perdido. Hacemos juntas las respiraciones conscientes y luego vamos donde Eneko, que sigue tumbado en la cama ya más calmado. Ya, los tres reunidos hablamos de la importancia del uso de las palabras y el respeto hacia todos en casa. Pero como aún estamos un tanto afectados por la situación, sugiero que hablemos de ello en la reunión familliar. Y se van a seguir jugando.

Lo cierto es que como tenemos reuniones familiares regulares, una tabla de rutinas ya bastante bien establecida y trabajamos la autorregulación regularmente, es muy fácil ver cuándo no estamos siguiendo los pasos acordados para el buen funcionamiento familiar (o eso pensaba yo) pero lo que pasa cuando nos ponemos en «piloto automático» es que nos cegamos ante las señales que se nos mandan.

Qué se puede hacer en un momento así?

1.- Para mi, todo empieza dentro de uno mismo. Con lo cual, me hago un chequeo personal y lo hago a través de la meditación. Es lo que me permite conectar con mis emociones en una situación. Es cuando más capaz soy de alentarme en lugar de culparme y darme cariño en lugar de juzgarme. Este es el primer paso para encarar una situación difícil.

2.- Lo segundo es analizar cuál es el mensaje que me está mandando mi hija con esta conducta. Y en este caso, un día después de la situación, lo vi muy claro. Aroa me echa de menos. No que esté físicamente presente, sino con atención plena. Y, lo cierto, es que me doy cuenta de que este mes ha sido un mes de mucho correr y trabajar (inevitable a veces porque todos tenemos que ganarnos el pan, no?) pero no he dado atención de calidad a mi hija.

3.- Aroa ha mordido a su hermano en un impulso desesperado por tenerme cerca. Ojo, no estoy buscando una excusa para así evitar llegar a una solución, estoy intentando ver la creencia detrás de su conducta. Y en su cerebro reptiliano ha tomado la decisión de que la única manera de llamar mi atención es ésta. Para mi es importante validar sus emociones. Le digo que entiendo que estaba muy enfadada para haber hecho algo así, que yo la entiendo porque también me pasa a veces y buscamos una alternativa a «morder».

4.- Nos sentamos en familia y hablamos de cómo el hecho de que mamá esté más ocupada y perdamos ciertas rutinas han afectado el funcionamiento y buen fluir familiar. Con lo cual, volvemos a recordar todos (y digo todos porque yo he sido la primera en olvidarlos 😉 )cuáles son los límites, qué tipo de comportamientos no son apropiados y recordamos las opciones que tenemos cuando algo no nos gusta.

5.- Está bien recordar los límites y demás, pero siempre nos gusta acabar con una nota positiva y aquí he de decir que Bill me ayuda mucho porque él es capaz de ver cuándo yo más lo necesito. Entonces les digo que siento haber estado tan ocupada y que el a partir de la semana que viene retomaremos los «momentos de calidad» que tanto echan de menos. Pronto explicaré lo que son y cómo los hacemos en casa.

Después de mi clase, volvemos a sonreír todos. A esto aspiramos, a vivir en armonía y aunque no siempre es fácil, merece la pena el trabajo.

No es fácil compartir una experiencia difícil. Nos sentimos vulnerables y expuestos. Sin embargo, yo he decidido tomarlo como una oportunidad de aprendizaje en mi camino. Y al compartirlo mando un mensaje de aliento a todos los padres. A tantos que se acercan a mi y me comparten sus «errores».

Momento final de mi clase en la Formación de futuros «Profesores de Yoga para niños» de la escuela Om Shree Om con la que trabajo como colaboradora.

En la clase que di el fin de semana pasado, muchas madres me contaban su sentir de culpabilidad, su desesperación en determinadas situaciones y su sensación de apertura de conciencia después de la clase. Y ese es el primer paso y el más importante. Por eso comparto. Porque sigo cometiendo muchos errores y gracias a ellos sigo creciendo.

Y así es como suelen estar ellos, felices, los mejores amigos del mundo, verdad?

TIPS a usar en rabietas:

1.- Conexión antes que corrección

2.- Validar sus emociones

3.- Buscar la creencia detrás de la conducta

4.- Buscar soluciones

5.- Encontrar momentos de calidad

6.- Seguir trabajando la autorregulación día a día

El susto pasó pero, como es de esperar, momentos de estos aún quedan unos cuantos. Sin embargo, intentaré tener presentes las palabras de mi querida Marisa Moya «ocuparse, no preocuparse. No darle demasiada magnitud a la situación.» Y seguir recordando los acuerdos, límites para el mejor funcionamiento de la familia. Muy importante para poder seguir