Aprendiendo a ser madre otra vez

Aprendiendo a ser madre otra vez

Hace unos días despedí a Unai en la estación de Atocha. Lo dejé acompañado de dos monitoras y un grupo de unos 15 niños bastante más mayores que él. Este ha sido el último de una serie de nuevos pasos que comencé a dar como madre después de escuchar a Francesco Tonucci en el colegio Mirasur. La verdad es que dijo una serie de verdades brutales que, aunque yo ya sabía, me auto-convencía que aún me quedaba tiempo. Que mi niño de 10 años recién cumplidos aún era muy pequeño. Que mi forma de educar (y sobre todo proteger) era lo mejor para él. Esa charla fue un despertar a una nueva realidad para mi: que tengo que emplear diferentes técnicas y que si quiero ver a mi futuro hijo como un adulto capaz, los pasos a seguir a partir de ahora tendrían que ser diferentes.

Así que, después de dar forma mentalmente a lo que iba a hacer , Bill y yo acordamos que si, que ya era hora de darle lo que llevaba pidiéndonos cerca de un año. Os hacéis una idea de lo que puede querer un niño/a de 9 o 10 años?

Pues si. Lo grabé porque su reacción fue muy bonita. Al final del video si os fijáis me pregunta si le voy a seguir o algo. No se fía demasiado aún. Pero si, hace unos meses decidimos que ya era hora de confiar en él y dejarle que fuera a la panadería él solo todos los días y se encargase de alguna compra. Unai llevaba cerca de un año pidiéndonos que confiasemos en él para dejarle ir solo a comprar el pan. Pidió eso como podría haber pedido ir a cualquier otro sitio pero, imagino que fue lo más lógico para él, dado que no tiene mayor interés en ir a otros sitios solo todavía. Aunque no parezca algo peligroso, para una madre que no ve a su hijo tomar demasiadas precauciones al cruzar la calle cuando vamos juntos, esto se me hacía un mundo. Que no mire al cruzar o que mire pero no le vean, que mire demasiado tarde….en fín, mucho estrés. Pero claro, algún día tendría que enfrentarse a esa situación. Cómo prepararle?

Lo primero fue hablar de los cruces. Para ir a esa panadería tiene que hacer al menos dos cruces de calle que no son de fiar porque no tienen semáforo y una de ellas ni paso de zebra. Tuvimos una conversación entre los tres en la que llegamos a un acuerdo de cómo sería que lo haría. También hablamos de que, al no tener teléfono, no se entretuviera mucho por el camino para que no nos preocupásemos. Y que sólo podría ir donde acordamos, no a otros sitios, hasta haber llegado a otro acuerdo.

Y es que Unai siempre ha sido un niño con mucha curiosidad por conocer, aprender, viajar. En definitiva, siempre ha tenido ganas de volar. Y me gusta, yo sé que tiene unas raíces profundas pero (secretamente) me encantaría (en mi ser madre interior) que no me dejase nunca. Sin embargo, al mismo tiempo, cuando pensamos un alguien de 18 a 20, nos gustaría que ese casi adulto sea capaz de manejarse en el mundo y que tenga una mentalidad de «puedo, puedo, puedo». Nos gustaría que ese medio joven adulto tenga lo que Albert Bandura denominó como «auto-eficacia». Asi que, conociendo a Unai y las inquietudes que ya de niño tiene, tengo que ayudarle a cultivar esas herramientas tan valiosas que le van a ayudar a desarrollarse como un adulto capaz. Porque la auto-eficacia no es algo que se obtenga solo por el hecho de cumplir años, es algo que hay que cultivar, a diferentes niveles, desde niños.

Este paso me ha ido dando la confianza para dar el siguiente. Unai tiene un globo del mundo y a veces lo mira y nos dice los lugares del mundo a los que quiere viajar. Quiere conocer culturas diferentes, idiomas diferentes…. Así que me puse a pensar. Cuál podría ser la mejor manera de empezar a dar este paso? Aunque él ya ha pedido varias veces que le mandemos a África (él solo), después de investigar y dialogar, llegamos a un acuerdo. Un campamento en Andorra, niños de diferentes países que van a aprender diferentes idiomas y participar en aventuras, CAMPRIALP. Y nos pidió 2 semanas. De golpe, así, sin poco a poco. Os diré que mis hijos nunca han dormido fuera de casa, no han tenido niñera. Vamos, que nunca se han separado de nosotros. No es que estemos en contra o que no quisiéramos separarnos de ellos, sino que simplemente, ambos tenemos unos trabajos que nos han permitido auto-gestionarnos. Pero bueno, él se sentía preparado y llegó el día de despedirme de él. Yo llevaba un par de semanas auto-preparándome para el momento y ser capaz de no dejarme llevar por la emoción. Y no solo lo logramos los dos sino que el tiempo que lleva allí (algo menos de una semana) me ha ido demostrando un nivel de responsabilidad que no sabía que tenía. Por las mañanas aprende francés y por las tardes hacen diferentes aventuras cada día. Aún no le he visto pero tengo la absoluta seguridad de que, gracias a esta experiencia, va a volver a casa con una sensación de logro y unas herramientas de gestión que le van a enriquecer en su vida.

Unai y Savva, su compañero de habitación en Andorra
Eneko en su papel de «niño de la fiesta» en el Cascanueces con el Ballet de San Petesburgo

Claro que cada niño es diferente. No todos piden lo mismo, y desde luego que cada niño necesita algo diferente. Yo no puedo dar a mis tres hijos lo mismo porque no van a querer ni necesitar lo mismo. Eneko no tiene, de momento, ninguna intención de ir a dormir ni con sus abuelos. Pero él se pone otras metas, como la de ir a un ensayo de Ballet solo, en un escenario nuevo, lleno de adultos que no hablan su idioma, y dejarse pasar de mano en mano en una actuación de Ballet por desconocidos. Cuando bailó el Cascanueces por primera vez, tenía mis dudas de si en el último momento se me tiraría a mis faldas. Pero no dije nada, y ni se quejó, hizo lo que le pidieron porque lo que más le gusta es bailar. Y no es que yo no podría haberme quedado con él, otras madres de los más peques lo hacen, sin embargo, yo decidí que era una buena oportunidad para ver lo que él decidía sin pasarle mis propios miedos e inseguridades. Y el resultado fue sorprendente.

Esa mirada lo dice todo para mi. Una sensación de logro que le va a dar una autoestima y seguridad en sus propias capacidades. No tiene precio.
Aroa llevando mi maleta de «juguetes» a la clase de Yoga. A veces no le resulta subirla a la acera o dar la vuelta. Hay gente que pasa y me dedica una mirada de reproche pero yo la dejo porque ella «puede, puede, puede». Eso sí, salgo de casa con tiempo para no estresarme si el camino nos lleva más tiempo del normal.

Gracias a que llevo siendo madre unos años, con Aroa soy mucho más consciente de esa innata naturaleza con la que todos nacemos, un instinto de superación. Si nos fijamos en los bebés, están siempre investigando, arriesgando, intentando. Nosotros, como adultos, sabemos de los peligros y riesgos de ciertas acciones y, con la mejor de las intenciones, frenamos esas ganas de superación. Y, aunque la mayoría de las veces está justificado, qué tal si, antes de hacerlo, valoramos la posibilidad de dejarles hacer con supervisión.

Yo tengo muy en mente que quiero educar a mis hijos para prepararles para la vida, en lugar de protegerlos de ella. Pero, cómo se hace eso de una manera segura y eficaz al mismo tiempo?

TIPS PARA ENSEÑARLES HABILIDADES PARA LA VIDA: (tengamos en mente al leer los tips algo que sea fácil de hacer un seguimiento. Por ejemplo, poner un lavavajillas. Y por supuesto, tengamos en cuenta la edad del niño o niña)

  • Primero lo hacemos por ti
  • Luego, lo hacemos contigo
  • Después te observamos hacerlo
  • Y, por último, lo haces completamente solo

A su ritmo, sin prisas. Una acción que parece tan sencilla para los adultos tiene un aprendizaje muy grande.

Algo a tener en cuenta en cada proceso es que queremos darles la sensación de autosuficiencia, de que son capaces. Queremos empoderarles, no micro-gestionarles. Una vez que ya les dejemos hacerlo por si mismos, no debemos corregirlo. Ni siquiera aunque pensemos que no se van a dar cuenta. Se dan cuenta. No importa tanto cómo queda una cama hecha, importa mucho más la sensación con la que ellos se quedan. Y queremos que su mantra sea «puedo, puedo, puedo.»

Llevo siendo madre unos cuantos años y lo cierto es que sigo aprendiendo, sigo creciendo. Intento hacerlo con presencia, con atención plena para poder darles lo que necesitan de mi en cada etapa de su vida. Cometo muchos errores pero sigo aprendiendo. Y si tenéis algún otro truco que os haya funcionado, me encantaría escucharlo para añadirlo a mi pequeña maleta de «trucos».

Mientras tanto, os deseo un feliz verano de conexión 🙂